
En muchas ocasiones, tanto el promotor como el equipo de ventas (ya sea propio o externo), entienden que se trata de un negocio pasajero, por lo que generalmente no les suele parecer una buena idea indagar acerca de visitantes interesados y que no han llegado a comprar, o sobre los mismos compradores finales.
Además, parece no interesarles estudiar de manera gratuita por medio de los datos que ofrece el INE, el tejido social del entorno, los habitantes de la zona en cuestión o los añs de llegada a esa zona, así como su procedencia y estructura familiar. Y no interesa realizar esta labor, por tratarse de esfuerzos que aparentemente, no aportan, una rentabilidad inmediata.
Otros promotores algo más precavidos, hacen rellenar a sus vendedores (otra cosa es lo que quieran rellenar) unas fichas a cada visitante interesado y que acude a la caseta de ventas. El objetivo es crear una base de datos con el fin de usarla como lista de espera en próximas promociones en la zona. Esto puede parecer un esfuerzo sin sentido, ya que en la mayor parte de las ocasiones, ni a encuestado ni a encuestador se les informa de la finalidad y utilidad de esos datos.
Muchas de las grandes corporaciones, animadas por jóvenes profesionales del marketing que comienzan a formar parte de ellas, llegan a realizar costosísimos estudios de demanda y no se contentan solo con la oferta actual. Además, no se les utiliza de una forma útil, pues estos datos se almacenan, generalmente, de forma literal, por lo que en ningún momento abandonan la categoría de datos para convertirse en verdadera información (conocimiento) tras su observación y análisis.
Otras empresas, compran estudios de mayor o menor calidad, o realizan encuestas o fichas de información por medio de su personal de venta, pero no obtienen con ello, información válida de ningún tipo, por lo que esa información tampoco se convierte en información, al presuponer el promotor o el arquitecto que ya posee ese conocimiento.
Pero estos estudios no han aportado nada que no haya aportado ya el estudio de la oferta inmobiliaria, ya que se hacen de manera lineal y por tanto, aportan resultados lineales no integrados. Esto al promotor no le sirve de modo operativo, excepto para estar tranquilo con el actual desarrollo de la empresa o grupo de empresas, de ese modo, pueden afirmar «en mi empresa hacemos márketing».
Aunque parezca mentira, algunos se habitúan tanto a este tipo de estudios, que en ocasiones, los encargan cuando ya han determinado el tipo de vivienda, la edificación, la campaña de publicidad y los precios. Y no es que se realicen para contrastar que van por el camino correcto y de ese modo minimizar los riesgos que se asumen en las tomas de decisión, sino que se hacen porque la dimensión empresarial aumenta y claro, toca. Recordemos esa frase tan traida y llevada que dice: «en mi empresa hacemos márketing».
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